Una Gracia del Señor

Por la muerte de un niño

23 de octubre de 1841, por la mañana

1. Dile esto en Mi Nombre a aquel a quien encontré digno de Mi Visita y del que tomé para Mí a su hijita menor. Si bien está de luto y llora mucho, pero no está considerando que fui Yo Quien le concedió tal Gracia. Gracia cuyo valor no podrá comprender por toda la eternidad.

2. Si un rey del mundo le dijera a A. H. Willig: ¿No te gustaría dejarme a tu hijita para que pueda criarla y así después sea una gran princesa, y, cuando tenga edad y educación, entonces también le daré corona sobre muchos países para que luego se convierta en una gran princesa, reina y finalmente en la emperatriz gobernante? ¿Acaso A. H. Willig no estará fuera de sí de tanta alegría, incluso sólo por la gran propuesta hecha seriamente? ¡¿Y acaso también no buscaría mostrar su gratitud de todas las formas imaginables al emperador?!

3. O si algún buen príncipe viniera a él y convirtiera a su hijita en la única heredera de una gran parte de su patrimonio. ¿Qué haría A. H. Willig con el príncipe en ese caso? - O que un príncipe gobernante viniera y deseara la mano de una de sus hijas fuera la futura emperatriz - ¿Expulsaría A. H. Willig a tal pretendiente de la casa?

4. Sin embargo, ¿qué es todo lo anterior comparado con el hecho que Yo he venido y hecho todo esto en el sentido vivo, eterno e infinito? - ¡¿Y para el colmo A. H.-Willig quiere quejarse, llorar y hacer luto?!

5. ¡Oh, qué débil está todo esto! - ¿Acaso la ayuda extraordinaria no necesita también recursos extraordinarios? ¿O la medicina no tiene que ser correspondiente a la enfermedad para que el mal pueda finalizar? - Aquel que va al médico y le muestra la herida ¿caso se pone a llorar y lamentarse cuando el médico le pone aceite curativo en la herida y el aceite comience a curar la herida? - ¡Mira lo ciegos que estáis todavía!

6. Cuando os aprietan los zapatos, pedís constantemente ayuda; y cuando por fin Yo vengo a ayudaros para liberar a fortalecer vuestros pies temblorosos, ¡ahí os llenáis de tristeza! - ¿Por qué esto? - ¡Porque vuestro corazón está aún ciego, por eso cuando buscáis ayuda, teméis y huís de los remedios que con seguridad os ayudará!

7. ¡Mira, ahora te he mostrado un camino nivelado, he volado una puerta de bronce y derribado una gran pared separadora! ¡A través de un gran desierto he colocado tuberías que extraen el agua viva del pozo para dar vida! - Mira, el desierto florecerá - y entonces ¿cómo puedes lamentarte por ello?

8. ¡Oh, conóceme mejor en el futuro! ¡Porque Yo soy tu padre! - ¿Cómo puedes llorar cuando tu santo Padre te visita con el mayor Amor y cuida de tu casa?

9. ¡Por lo tanto, de ahora en adelante, no llores más! ¡Porque Yo, tu santo y amoroso Padre, lo quise así! ¡Recuerda eso y vivirás para siempre! Amén.

Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 1, recibido el 23 de octubre de 1841 por Jakob Lorber.